O Século da Biotecnologia (em espanhol)
Nunca antes en la historia ha estado la humanidad
tan mal preparada para las nuevas oportunidades, dificultades y riesgos
tecnológicos y económicos que se ven en el horizonte. Es probable que sean más
fundamentales los cambios de nuestra forma de vida en las próximas décadas que
en los mil años anteriores. Hacia el año 2025 viviremos, nosotros y nuestros
hijos, en un mundo sumamente diferente de todo lo que los seres humanos hayan
experimentado en el pasado.
En poco más de una generación nuestra definición
de la vida y del significado de la existencia se habrá alterado de forma radical;
habrá seguramente que reconsiderar muchos supuestos sobre la naturaleza,
incluida nuestra propia naturaleza humana, que desde hace mucho se dan por
sentados. Puede ...que muchas viejas prácticas relativas a la sexualidad, la
reproducción, el nacimiento y la paternidad se abandonen en parte. También es
probable que las ideas sobre la igualdad y la democracia, o las que nos hacemos
del significado de expresiones como «libre albedrío» y «progreso», se
redefinan. Seguramente cambiará la percepción que tenemos de nuestra identidad
y de la sociedad igual que el espíritu del primer Renacimiento modificó la de la Europa medieval hace más de
setecientos años.
Hay muchas fuerzas convergentes que están
juntándose para crear esta nueva y poderosa corriente social. En el epicentro
está una revolución tecnológica sin parangón en toda la historia, que tiene el
poder de rehacemos y de rehacer nuestras instituciones y nuestro mundo. Los
científicos empiezan a reorganizar la vida a nivel genético. Los nuevos
instrumentos de la biología abren oportunidades para la remodelación de la vida
en la Tierra a
la vez que clausuran opciones que han existido a lo largo de los milenios de la
historia de la
evolución. Ante nuestros ojos se extiende un nuevo paisaje,
sin mapas aún, que se ha conformado en miles de laboratorios biotecnológicos de
universidades, organismos gubernamentales y empresas de distintas regiones del
mundo. Con que se cumpliese parte de lo que se está anunciando acerca de la
nueva ciencia, las consecuencias para la sociedad y las generaciones futuras
serían seguramente enormes. He aquí unos ejemplos de lo que podría suceder en
los próximos veinticinco años:
Un puñado de empresas multinacionales, institutos
de investigación y gobiernos podría poseer las patentes de prácticamente cada
uno de los 100.000 genes que constituyen los planos del género humano y de las
células, órganos y tejidos que el cuerpo humano comprende. Igualmente podrían
tener patentes similares de las decenas de millares de microorganismos, plantas
y anima les que existen, de tal modo que poseerían el poder sin precedentes de
dictar cómo viviríamos, nosotros y las generaciones futuras, nuestras vidas.
La agricultura de todo el planeta podría verse en medio de una gran transición
de la historia mundial, con un volumen creciente de alimentos y fibra
cultivados en interiores, en gigantescos baños bacterianos, a un precio que
sería una fracción de lo que cuesta cultivar en la tierra. El paso a la
agricultura de interiores presagiaría el ocaso de la era agrícola, que empezó
hace unos diez mil años con la revolución neolítica y se ha prolongado hasta la
revolución verde de la segunda mitad del siglo xx.
La agricultura de interiores
podría suponer unos precios más baratos y una oferta de alimentos más abundante,
pero millones de campesinos, tanto del mundo desarrollado como de los países en
vías de desarrollo, serían quizá arrancados de sus tierras; se desencadenaría
una de las grandes perturbaciones sociales de la historia.
Podrían liberarse en el medio ambiente decenas de miles de nuevos virus,
bacterias, plantas y animales transgénicos con fines comerciales, de la
«biodepuración» a la producción de combustibles alternativos. Pero algunas de
estas sueltas podrían sembrar la desolación en la biosfera del planeta y
diseminar una contaminación genética desestabilizadora, letal incluso, por el
mundo. Los usos militares de la nueva tecnología podrían igualmente tener
efectos devastadores sobre la
Tierra y sus habitantes. Los agentes de guerra biológica
creados mediante ingeniería genética podrían suponer en el siglo que viene una
amenaza tan seria a la seguridad mundial como las armas nucleares en la
actualidad.
La clonación de animales y seres humanos podría llegar a ser algo corriente, y
la «replicación» reemplazaría en parte a la «reproducción» por vez primera en la historia. Podrían
emplearse clones de animales, diseñados genéticamente por encargo y producidos
en serie, como fábricas químicas que segreguen --en su sangre y leche-
volúmenes grandes de abaratadas sustancias químicas y fármaco s de uso humano.
Podríamos incluso ver la creación de una gama de nuevos animales quiméricos,
incluidos híbridos de animal y persona. Podría, por ejemplo, llegar a ser
realidad un ser chimpumano, medio chimpancé, medio ser humano. Podrían
utilizarse ampliamente los híbridos de animal y ser humano como sujetos
experimentales en las investigaciones médicas y como «donantes» de órganos para
xenotrasplantes. La creación artificial y la propagación de animales clonados,
quiméricos y transgénicos podría suponer el fin de la vida salvaje, sustituida
por un mundo bioindustrial.
Habrá padres que prefieran concebir sus hijos en tubos de ensayo y gestarlos en
vientres artificiales, fuera del cuerpo humano, para librarse de las molestias
del embarazo y garantizar un entorno seguro, transparente, donde pueda
vigilarse el desarrollo de su hijo antes de nacer. Se podrían hacer cambio
genéticos en los fetos humanos dentro del seno materno para corregir anomalías
y enfermedades mortales, y para mejorar el carácter, la conducta, la
inteligencia y los rasgos físicos.
Los padres podrían diseñar algunas
características de sus hijos, alterando decisivamente la noción de paternidad.
Los niños «a gusto del cliente» prepararían el camino al nacimiento de una
sociedad eugenésica en el siglo XXI.
Millones de personas podrían obtener una lectura genética detallada de sí
mismas, y así vislumbrarían su futuro biológico. La información genética les
daría el poder de predecir y planificar sus vidas de acuerdo con unas pautas
que nunca antes han sido posibles. Pero escuelas, patronos, compañías de
seguros y gobiernos podrían usar esa misma «información genética» para
determinar el curso de la educación de una persona y sus perspectivas de
empleo, cuotas de seguros y vencimientos; se generaría una nueva forma de
descriminación, basada en el perfil genético. Podrían transformarse nuestras
nociones de sociabilidad y equidad. La meritocracia daría paso a la
geneticocracia, donde individuos, grupos étnicos y razas serían clasificados y
encasillados, cada vez más, conforme a su genotipo, impulsando en todo el mundo
un sistema informal de castas biológicas.
El siglo de la biotecnología podría introducir algunos de estos cambios, o
puede incluso que la mayoría de ellos, y muchos más en nuestra vida cotidiana;
nuestra consciencia individual y colectiva, el futuro de la civilización y de
la misma biosfera quedarían profundamente afectados. Los beneficios y los
peligros de lo que algunos llaman «la última frontera tecnológica» son a la vez
apasionantes y escalofriantes. No obstante, pese al potencial formidable y las
sombras ominosas de esta revolución técnica extraordinaria, hasta ahora se ha
prestado mucha más atención pública a la otra gran revolución técnica del siglo
XXI: los ordenadores y las telecomunicaciones. Eso está a punto de cambiar.
Tras más de cuarenta años de seguir sendas paralelas, las ciencias de la
información y de la vida están empezando a fundirse, lentamente, en una sola
fuerza tecnológica y económica.
El ordenador se usa cada vea nás para
descifrar, gestionar y organizar la vasta información genética que es la
materia prima de la naciente economía biotecnológica. Los científicos que
trabajan en el nuevo campo de la «bioinformática» están extrayendo la información
genética de millones de años de evolución, y así están creando un nuevo y
potente tipo de «bancos de datos biológicos». La rica información genética que
se guarda en ellos sirve a los investigadores para rehacer el mundo natural.
El maridaje de los ordenadores y los genes altera para siempre nuestra
realidad, hasta los niveles más profundos de la experiencia humana. Para
empezar a comprender la dimensión del cambio que está teniendo lugar en la
civilización humana conviene dar un paso atrás y entender mejor la naturaleza
histórica de los muchos cambios que están ocurriendo a nuestro alrededor tan
cerca ya del nuevo siglo. Estos cambios suponen un giro de la civilización. Estamos
en las agonías del parto de una de las grandes transformaciones de la historia
mundial. (...)